{Mario Vargas Llosa: La Casa Verde - Prólogo}



Prólogo

Me llevaron a inventar esta historia los recuerdos de una choza prostibularia, pintada de verde que coloreaba el arenal de Piura el año 1946, y la deslumbrante Amazonía de aventureros, soldados, aguarunas, huambisas y shapras, misioneros y traficantes de caucho y pieles que conocí en 1958, en un viaje de unas semanas por el Alto Marañón.

Pero, probablemente, la deuda mayor que contraje al escribirla fue con William Faulkner, en cuyos libros descubrí las hechicerías de la forma en la ficción, la sinfonía de puntos de vista, ambigüedades, matices, tonalidades y perspectivas de una astuta construcción y un estilo cuidado podían dotar a una historia.

Escribí esta novela en Paría, entre 1962 y 1965, sufriendo y gozando como un lunático, en un hotelito del barrio latino –el Hôtel Wetter- y en una buhardilla de la rue de Tournon que colindaba con el piso donde había vivido el gran Gérard Philipe, a quien el inquilino que me atendió, el crítico de arte argentino Damián Bayón, oyó muchos días ensayar, horas de horas, un solo parlamento de El Cid de Corneille.

                               Mario Vargas Llosa
                               Londres, setiembre de 1998

Alfaguara
La Casa Verde
Edición 2005.

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