{José Hernandez: Martin Fierro - Cap. XIII}

XIII. A los indios me refalo



367

ya veo que somos los dos

astillas del mesmo palo:

yo paso por gaucho malo

y usté anda del mesmo modo;

y yo, pa acabarlo todo,

a los indios me refalo.



368

Pido perdón a mi Dios

que tantos bienes me hizo,

pero dende que es preciso

que viva entre los infeles,

yo seré cruel con los crueles:

ansí mi suerte lo quiso.



369

Dios formó lindas las flores,

delicadas como son;

le dio toda perfeción

y cuanto él era capaz,

pero al hombre le dio más

cuando le dio el corazón.



370

Le dio claridá a la luz,

juerza en su carrera al viento,

le dio vida y movimiento

dende la águila al gusano;

pero más le dio al cristiano

al darle el entendimiento.



371

Y aunque a las aves les dio,

con otras cosas que inoro,

esos piquitos como oro

y un plumaje como tabla

le dio al hombre más tesoro

al darle una lengua que habla.



372

Y dende que dio a las fieras

esa juria tan inmensa,

que no hay poder que las venza

ni nada que las asombre,

¿qué menos le daría al hombre

que el valor pa su defensa?



373

Pero tantos bienes juntos

al darle, malicio yo

que en sus adentros pensó

que el hombre los precisaba

que los bienes igualaba

con las penas que le dio.



374

Y yo empujao por las mías

quiero salir de este infierno:

ya no soy pichón muy tierno

y sé manejar la lanza,

y hasta los indios no alcanza

la facultá de gobierno



375

yo sé que allá los caciques

amparan a los cristianos,

y que los tratan de

cuando se van por su gusto.

¡A qué andar pasando sustos-!

Alcemos el poncho y vamos.



376

En la cruzada hay peligros,

pero ni aun esto me aterra:

yo ruedo sobre la tierra

arrastrao por mi destino;

y si erramos el camino-

no es el primero que lo erra.



377

Si hemos de salvar o no,

de esto naides nos responde;

derecho ande el sol se esconde

tierra adentro hay que tirar;

algún día hemos de llegar-

después sabremos a dónde.



378

No hemos de perder el rumbo:

los dos somos güena yunta.

El que es gaucho ve ande apunta

aunque inora ande se encuentra;

pa el lao en que el sol se dentra

dueblan los pastos la punta.



379

De hambre no pereceremos,

pues, sigún otros me han dicho,

en los campos se hallan bichos

de los que uno necesita-

gamas, matacos, mulitas

avestruces y quirquinchos.



380

Cuando se anda en el desierto

se come uno hasta las colas;

lo han cruzao mujeres solas

llegando al fin con salú,

y ha de ser gaucho el ñandú

que se escape de mis bolas.



381

Tampoco a la sé le temo;

yo la aguanto muy contento;

busco agua olfatiando el viento

y, dende que no soy manco,

ande hay duraznillo blanco

cavo, y la saco al momento.



382

Allá habrá siguridá

ya que aquí no la tenemos;

menos males pasaremos

y ha de haber grande alegría

el día que nos descolguemos

en alguna toldería.



383

Fabricaremos un toldo,

como lo hacen tantos otros,

con unos cueros de potro,

que sea sala y sea cocina.

¡Tal vez no falte una china

que se apiade de nosotros!



384

Allá no hay que trabajar,

vive uno como un señor;

de cuando en cuando un malón,

y si de él sale con vida,

lo pasa echao panza arriba

mirando dar güelta el sol



385

Y ya que a juerza de golpes

la suerte nos dejó aflús

puede que allá veamos luz

y se acaben nuestras penas:

todas las tierras son güenas;

vamonós, amigo Cruz.



386

El que maneja las bolas,

el que sabe echar un pial

y sentársele a un bagual

sin miedo de que lo baje,

entre los mesmos salvajes

no puede pasarlo mal.



387

El amor como la guerra

lo hace el criollo con canciones;

a más de eso en los malones

podemos aviarnos de algo;

en fin amigo, yo salgo

de estas pelegrinaciones.



388

En este punto el cantor

buscó un porrón pa consuelo,

echó un trago como un cielo,

dando fin a su argumento;

y de un golpe el instrumento

lo hizo astillas contra el suelo.



389

Ruempo, dijo, la guitarra,

pa no volverme a tentar;

ninguno la ha de tocar,

por siguro tengaló;

pues naides ha de cantar

cuando este gaucho cantó.



390

Y daré fin a mis coplas

con aire de relación;

nunca falta un preguntón

más curioso que mujer,

y tal vez quiera saber

como jué la conclusión.



391

Cruz y Fierro de una estancia

una tropilla se arriaron;

por delante se la echaron

como criollos entendidos,

y pronto sin ser sentidos

por la frontera cruzaron.



392

Y cuando la habían pasao,

una madrugada clara

le dijo Cruz que mirara

las últimas poblaciones,

y a Fierro dos lagrimones

le rodaron por la cara.



393

Y siguiendo el fiel del rumbo

se entraron en el desierto,

no sé si los habrán muerto

en alguna correría,

pero espero que algún día

sabré de ellos algo cierto.



394

Y ya con estas noticias

mi relación acabé;

por ser ciertas las conté,

todas la desgracias dichas:

es un telar de desdichas

cada gaucho que usté ve.



395

Pero ponga su esperanza

en el Dios que lo formó;

y aquí me despido yo

que he relatao a mi modo

MALES QUE CONOCEN TODOS,

PERO QUE NAIDES CONTÓ.

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