{José Hernandez: Martin Fierro - Cap.XI}

XI - A bailar un pericón.



324

a otros les brotan las coplas

como agua de manantial;

pues a mí me pasa igual;

aunque las mías nada valen,

de la boca se me salen

como ovejas de corral.



325

Que en puertiando la primera,

ya la siguen los demás,

y en montones las de atrás

contra los palos se estrellan,

y saltan y se atropellan

sin que se corten jamás.



326

Y aunque yo por mi inorancia

con gran trabajo me esplico,

cuando llego a abrir el pico,

tengaló por cosa cierta,

sale un verso y en la puerta

ya asoma el otro el hocico.



327

Y emprésteme su atención;

me oirá relatar las penas

de que traigo la alma llena;

porque en toda circustancia,

paga el gaucho su inorancia

con la sangre de sus venas.



328

Después de aquella desgracia

me refugié en los pajales;

anduve entre los cardales

como bicho sin guarida;

pero, amigo, es esa vida

como vida de animales.



329

Y son tantas las miserias

en que me he salido ver,

que con tanto padecer

y sufrir tanta aflición,

malicio que he de tener

un callo en el corazón.



330

Ansí andaba como guacho

cuando pasa el temporal;

supe una vez por mi mal

de una milonga que había,

y ya pa la pulpería

enderecé mi bagual.



331

Era la casa del baile

un rancho de mala muerte,

y se enllenó de tal suerte

que andábamos a empujones:

nunca faltan encontrones

cuando un pobre se divierte.



332

Yo tenía unas medias botas

con tamaños verdugones;

me pusieron los talones

con crestas como gallos:

¡si viera mis afliciones

pensando yo que eran callos!



333

Con gato y con fandanguillo

había empezado el changango,

y para ver el fandango

me colé haciendomé bola,

mas metió el diablo la cola,

y todo se volvió pango.



334

Había sido el guitarrero

un gaucho duro de boca:

yo tengo paciencia poca

pa aguantar cuando no debo;

a ninguno me le atrevo,

pero me halla el que me toca.

335

A bailar un pericón

con una moza salí,

y cuanto me vido allí

sin duda me conoció;

y estas coplitas cantó

como por raírse de mí:



336

las mujeres son todas

como las mulas;

yo no digo que todas,

pero hay algunas

que a las aves que vuelan

les sacan plumas.



337

Hay gauchos que presumen

de tener damas;

no digo que presumen,

pero se alaban,

y a lo mejor los dejan

tocando tablas.



338

Se secretiaron las hembras,

y yo ya me encocoré;

volié la anca y le grité:

¡dejá de cantar- chicharra!

Y de un tajo a la guitarra

tuitas las cuerdas corté.



339

Al punto salió de adentro

un gringo con un jusil;

pero nunca he sido vil,

poco el peligro me espanta;

yo me refalé la manta

y la eché sobre el candil.



340

Gané en seguida la puerta

gritando: ¡nadies me ataje!

Y alborotado el hembraje,

lo que todo quedo escuro,

empezó a verse en apuro

mesturao con el gauchaje.



341

El primero que salió

fue el cantor, y se me vino;

pero yo no pierdo el tino

aunque haiga tomao un trago,

y hay algunos por mi pago

que me tienen por ladino.



342

No ha de haber achocao otro:

le salió cara la broma;

a su amigo cuando toma

se le despeja el sentido,

y el pobrecito había sido

como carne de paloma.



343

Para prestar un socorro

las mujeres no son lerdas:

antes que la sangre pierda

lo arrimaron a unas pipas;

ahi lo dejé con las tripas

como pa que hiciera cuerdas.



344

Monté y me largué a los campos

más libre que el pensamiento,

como las nubes al viento

a vivir sin paradero,

que no tiene el que es matrero

nido, ni rancho, ni asiento.



345

No hay juerza contra el destino

que le ha señalao el cielo,

y aunque no tenga consuelo,

¡aguante el que está en trabajo!

¡Nadies se rasca pa abajo,

ni se lonjea contra el pelo!



346

Con el gaucho desgraciao

no hay uno que no se entone

¡la menor falta lo espone

a andar con los avestruces

faltan otros con más luces

y siempre hay quien los perdone.

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