{José Hernandez: Martin Fierro - Cap.X}


X - Por culpa de una mujer



291

amigazo, pa sufrir

han nacido los varones;

estas son las ocasiones

de mostrarse un hombre juerte,

hasta que venga la muerte

y lo agarre a coscorrones.



292

El andar tan despilchao

ningún mérito me quita;

sin ser un alma bendita

me duelo del mal ajeno:

soy un pastel con relleno

que parece torta frita.



293

Tampoco me faltan males

y desgracias, le prevengo;

también mis desdichas tengo,

aunque esto poco me aflige:

yo sé hacerme el chango rengo

cuando la cosa lo esige.



294

Y con algunos ardiles

voy viviendo, aunque rotoso;

a veces me hago el sarnoso

y no tengo ni un granito,

pero al chifle voy ganoso

como panzón al maíz frito.



295

A mí no me matan penas

mientras tenga el cuero sano;

venga el sol en el verano

y la escarcha en el invierno

¿por qué afligirse el cristiano?



296

Hagámosle cara fiera

a los males, compañero,

porque el zorro más matrero

suele cair como un chorlito;

viene por un corderito

y en la estaca deja el cuero.



297

Hoy tenemos que sufrir

males que no tienen nombre,

pero esto a nadies lo asombre

porque ansina es el pastel,

y tiene que dar el hombre

mas güeltas que un carretel.



298

Yo nunca me he de entregar

a los brazos de la muerte;

arrastro mi triste suerte

paso a paso y como pueda,

que donde el débil se queda

se suele escapar el juerte.



299

Y ricuerde cada cual

lo que cada cual sufrió,

que lo que es, amigo, yo,

hago ansí la cuenta mía:

ya lo pasado pasó;

mañana será otro día.



300

Yo también tuve una pilcha

que me enllenó el corazón,

y si en aquella ocasión

alguien me hubiera buscao,

siguro que me había hallao

más prendido que un botón.



301

En la güeya del querer

no hay animal que se pierda-

las mujeres no son lerdas,

y todo gaucho es dotor

si pa cantarle al amor

tiene que templar las cuerdas.



302

¡Quién es de una alma tan dura

que no quiera una mujer!

Lo alivia en su padecer:

si no sale calavera

es la mejor compañera

que el hombre puede tener.



303

Si es güena, no lo abandona

cuando lo ve desgraciao,

lo asiste con su cuidao,

y con afán cariñoso,

y usté tal vez ni un rebozo

ni una pollera le ha dao.



304

¡Grandemente lo pasaba

con aquella prenda mía,

viviendo con alegría

como la mosca en la miel!

¡Amigo, qué tiempo aquel!

¡La pucha, que la quería!



305

Era la águila que a un árbol

dende las nubes bajó;

era más linda que el alba

cuando va rayando el sol;

era la flor deliciosa

que entre el trebolar creció.



306

Pero, amigo, el comendante

que mandaba la milicia,

como que no desperdicia

se fue refalando a casa;

yo le conocí en la traza

que el hombre traiba malicia.



307

Él me daba voz de amigo,

pero no le tenía fe;

era el jefe, y ya se ve,

no podía competir yo;

en mi rancho se pegó

lo mesmo que un saguaipé.



308

A poco andar, conocí

que ya me había desbancao,

y él siempre muy entonao,

aunque sin darme ni un cobre,

me tenía de lao a lao

como encomienda de pobre.



309

A cada rato, de chasque

me hacía dir a gran distancia;

ya me mandaba a una estancia,

ya al pueblo, ya a la frontera;

pero él en la comendancia

no ponía los pies siquiera.



310

Es triste a no poder más

el hombre en su padecer,

si no tiene una mujer

que lo ampare y lo consuele:

mas pa que otro se la pele

lo mejor es no tener.



311

No me gusta que otro gallo

le cacaree a mi gallina;

yo andaba ya con la espina,

hasta que en una ocasión

lo pille junto al jogón

abrazándome a la china.



312

Tenía el viejito una cara

de ternero mal lamido,

y al verle tan atrevido

le dije: ¡que le aproveche!-

Que había sido pa el amor

como gaucho pa la leche.



313

Peló la espalda y se vino

como a quererme ensartar,

pero yo sin tutubiar

le volví al punto a decir:

¡cuidado!, No te vas a per-tigo;

poné cuarta pa salir.



314

Un puntazo me largó,

pero el cuerpo le saqué,

y en cuanto se lo quité,

para no matar un viejo,

con cuidado, medio de lejos

un palazo le asenté.



315

Y como nunca al que manda

le falta algún adulón,

uno que en esa ocasión

se encontraba allí presente,

vino apretando los dientes

como perrito mamón.



316

Me hizo un tiro de revuélver

que el hombre creyó siguro;

era confiado y le juro

que cerquita se arrimaba,

pero, siempre en un apuro

se desentumen mis tabas.



317

Él me siguió menudiando

mas sin poderme acertar,

y yo, dele culebriar,

hasta que al fin le dentré

y ahi no más lo despaché

sin dejarlo resollar.



318

Dentré a campiar en seguida

al viejito enamorao-

el pobre se había ganao

en un noque de lejía.

¡Quién sabe cómo estaría

del susto que había llevao!



319

¡Es zonzo el cristiano macho

cuando el amor lo domina!

Él la miraba a la indina,

y una cosa tan jedionda

sentí yo, que ni en la fonda

he visto tal jedentina



320

Y le dije: pa su agüela

han de ser esas perdices.

Yo me tapé las narices,

y me salí esternudando,

y el viejo quedó olfatiando

como chico con lumbrices.



321

Cuando la mula recula,

señal que quiere cociar,

ansí se suele portar

aunque ella lo disimula;

recula como la mula

la mujer, para olvidar.



322

Alcé mis ponchos y mis prendas

y me largué a padecer

por culpa de una mujer

que quiso engañar a dos;

al rancho le dije adiós,

para nunca más volver.



323

Las mujeres, dende entonces,

conocí a todas en una;

ya no he de probar fortuna

con carta tan conocida:

mujer y perra parida,

¡no se me acerca ninguna!.

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