{Machu Picchu sí, Arguedas no }
Oficialmente, el 2011 fue designado como el Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo. La
decisión fue polémica. Por supuesto, estuvo amarrada a la devolución de
las piezas que entonces estaban en poder de la Universidad de Yale.
También a la campaña de promoción del turismo de Promperú. Pero más allá
de las razones prácticas, a menos de un mes del final del año se puede
decir que la decisión fue, lamentablemente, acertada.
¿Por qué no pudo ser el Año del Centenario de los Submarinos en el Perú?
En primer lugar, porque hablar de submarinos es hablar de una apuesta
nacional por la ciencia y la tecnología. Dos temas secundarios dentro
del compendio de prioridades presidenciales. Una lista
que incluye temas que van de lo ridículamente específico (1996, Año de
los Seiscientos Mil Turistas) a lo convenientemente gaseoso (2007, Año
del Deber Ciudadano). Y en segundo lugar, porque se nos hace mucho más
sencillo pensar en el pasado remoto que en el pasado reciente y, sobre
todo, en el futuro y lo que queremos ser. La cabeza del gobierno ni siquiera sabe si quiere ser un país minero o uno agrícola.
Lo que nos lleva a la segunda pregunta. ¿Por qué el 2011 no pudo ser el Año del Centenario de José María Arguedas? Después de todo, el novelista ha sido reivindicado. Ya no es visto como Mascarita, el antropólogo utópico de El Hablador. Antes de Velasco, cuando aún se celebraba el Día del Indio, el
etnógrafo Henri Favre le decía al escritor que en Huancavelica no
había encontrado indios sino “campesinos explotados”. Era una expresión
de la demanda de modernización de la época. Ocurrió en 1965, en el
contexto de la mesa redonda sobre Todas las sangres,
evento en el que algunos sociólogos marxistas despedazaron al escritor
por ver castas e indios donde ellos veían clases sociales y
campesinos. Hoy, más de cuarenta años después, la visión de Arguedas
parece más cerca de la realidad social. El campesino ha vuelto a ser
indio (o awajún, o aymara, o cajamarquino). Esta vez por voluntad
propia. Da más réditos en tiempos de interculturalidad e identidades
culturales.
Como el indio está de regreso, ha regresado otra vez el viejo racismo
(¿alguna vez se fue?). La elección de Machu Picchu por encima de José
María Arguedas es la elección del indio muerto por encima del indio vivo
o, como decía Arguedas, del “indio del presente”, el que bloquea
carreteras. Esa diferencia es la que permite que se acepte la música
pero no al músico, la comida pero no al cocinero, el arte pero no al
artista. Es la demarcación que hace posible que el hoy ex presidente
Alan García diga que “Machu Picchu es la síntesis de la peruanidad” y, simultáneamente, que hay que “derrotar las ideologías absurdas, panteístas, que creen que las paredes son dioses y el aire es dios”. Es decir, las ideologías que obstaculizan los proyectos mineros.
La historiadora Cecilia Méndez lo vio mucho antes. Es simple: Incas sí, indios no. Machu Picchu sí, Arguedas no. No es lo mismo enorgullecerse de un inca muerto que de un indio vivo.
Carlos Cabanillas
Leído en: nosotrosmatamosmenos.lamula.pe
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