{La lectura y yo}



La lectura y yo

Aprendí a leer a los diecisiete años. Digo esto porque fue lo que pasó. Después de ingresar a la Universidad yo me encontraba cansado de la rutina, de tener que hacer lo mismo todos los días. Eso es lo que compartimos todos, la rutina. Entonces alguien, ahora no recuerdo quién, me sugirió leer un libro al mes, como parte de una terapia suya; que me pareció muy graciosa en ese entonces, pero que seguí. Empecé terminando de leer un libro que no pude en la época del colegio: “Cuentos andinos” de Enrique López Albujar. Lo leí con calma, tratando de entender cada párrafo, cada cuento. Me tomó casi un mes terminarlo, pero al fin había terminado de leer un libro, completo y sin ningún salto de páginas. Entonces comenzó.

Luego leí, una novela de Bryce Echenique: “Un mundo para Julius” me pareció fresca y fácil de leer, de meterse en la historia y no parar hasta terminarla. Empecé a entender la estructura del libro, a pesar de que este es casi totalmente lineal, y de la historia. Me di cuenta de que me gustaba leer. Leer cualquier cosa que informe, que entretenga y sobre todo que me guste. Pero, ¿por qué antes no fue así?, ¿porqué hasta ahora había descubierto la fascinación de la lectura, de la imaginación? Pensé en eso muchas veces, hasta ahora me hago esas preguntas, quizá si hubiera sido así antes, habría descubierto mucho más temprano mi vocación verdadera, mi karma. Luego siguieron más libros, pero ya no eran por leer, o por quitarme un estrés de encima, era para todo lo contrario, para estresarme, para muchas veces no dormir tratando de terminar un libro, de descubrir al asesino, a la persona oculta entre las sombras del juego de palabras que en verdad es una novela. Me gustaba leer, me gustaba más que jugar, que comer quizá, jmjmjm. Por esos meses también empecé a fumar. Lo hacía por pura copia, porque todos los escritores que había leído, que admiraba, lo hacían, porque quizá ya sabía que era lo que quería ser inconscientemente. Compraba revistas, diarios, leía artículos en internet más que nunca, un libro que me recomendaban, un artículo, una noticia; política, cultura, cine. Era como un fan de rock, pero ahora se volvió una pequeña obsesión el tener que llevar siempre un libro bajo el brazo para leerlo cuando haya oportunidad; leía, leo, en cualquier lugar posible: en el micro de camino a la universidad, entre clases, en clases, echado en la cama, sentado en el trono –aunque esto último no es muy recomendable para novatos-. Luego vinieron los problemas.

Un libro en especial me marcó, tenía miedo de leerlo, porque iba a ser el más largo que leía, pero empecé. “Cien años de soledad” no solo nos cuenta la historia de un pueblo o de una familia, no solo es la mejor novela del género Real-maravilloso y de Gabriel García Márquez, y no solo es una novela más. “Cien años de soledad” es vivir en un pueblo casi cien años solo, es entrar en la vida común de este y de sus personajes, es descubrir que se puede hacer mucho más que contar una historia, es aplicar una rigurosidad tanto, seguro, para escribirla, y mucho más para leerla. A mí me regaló una lección de maestría narrativa, que nunca voy a olvidar, y que trataré de seguir. La leí cinco veces. Luego, y después de muchos contratiempos y aplazamientos, pude hacerme con libros de Mario Vargas Llosa. Primero con la clásica: “La ciudad y los perros”, pero no la menos interesante. Con Vargas Llosa descubrí, luego de leer un poco de su biografía, la importancia de estar informado, de saber como un profesional todo lo que se tiene que saber sobre algo, y entonces ponerse a escribir. Entonces se me arraigó más el concepto básico de leer, no leer por leer, sino leer para aprender. Fue cuando decidí lo que quería ser, hacer, padecer – si está bien dicho-, fue cuando supe que quería ser escritor. Tomar una decisión tan drástica, tan fuera de lugar, loca, me causó muchos problemas. Mis padres siempre, desde el primer momento estuvieron en desacuerdo, y los entendí. ¿Cómo podía abandonar una carrera que me iba a dar una estabilidad monetaria estable y solvente? Eso también me pareció una locura, y, quizá, era una decisión apresurada. Pero ahora ya no creo eso. En fin, leer me ha cambiado la vida drásticamente, leer me ha vuelto otro, mejor o peor, no lo sé, pero diferente. Y hay algo que es seguro, no me voy a arrepentir de tomar esta decisión.

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