{José Hernandez: Martin Fierro - cap.VI}


VI - Desertor. Las ruinas del rancho.



156

vamos dentrando recién

a la parte mas sentida,

aunque es todita mi vida

de males una cadena:

a cada alma dolorida

le gusta cantar sus penas.



157

Se empezó en aquel entonces

a rejuntar caballada,

y riunir la milicada

teniéndola en el cantón,

para una despedición

a sorprender a la indiada.



158

Nos anunciaban que iríamos

sin carretas ni bagajes

a golpiar a los salvajes

en sus mesmas tolderías;

que a la güelta pagarían

licenciándolo al gauchaje;



159

que en esta despedición

tuviéramos la esperanza;

que iba a venir sin tardanza,

según el jefe contó,

un menistro o qué sé yo-

que le llamaban don ganza;



160

que iba a riunir el ejército

y tuitos los batallones,

y que traiba unos cañones

con más rayas que un cotín;

¡pucha!- Las conversaciones

por allá no tenían fin.



161

Pero esas trampas no enriedan

a los zorros de mi laya;

que esa ganza venga o vaya,

poco le importa a un matrero.

Yo también dejé las rayas-

en los libros del pulpero.



162

Nunca juí gaucho dormido;

siempre pronto, siempre listo,

yo soy un hombre, ¡qué cristo!,

Que nada me ha acobardao,

y siempre salí parao

en los trances que me he visto.



163

Dende chiquito gané

la vida con mi trabajo,

y aunque siempre estuve abajo

y no sé lo que es subir

también el mucho sufrir

suele cansarnos, ¡barajo!



164

En medio de mi inorancia

conozco que nada valgo:

soy la liebre o soy el galgo

asigún los tiempos andan;

pero también los que mandan

debieran cuidarnos algo.



165

Una noche que riunidos

estaban en la carpeta

empinando una limeta

el jefe y el juez de paz,

yo no quise aguardar más,

y me hice humo en un sotreta.



166

Me parece el campo orégano

dende que libre me veo;

donde me lleva el deseo

allí mis pasos dirijo,

y hasta en las sombras de fijo

que donde quiera rumbeo.



167

Entro y salgo del peligro

sin que me espante el estrago,

no aflojo al primer amago

ni jamás fi gaucho lerdo:

soy pa rumbiar como el cerdo,

y pronto caí a mi pago.



168

Volvía al cabo de tres años

de tanto sufrir al ñudo

resertor, pobre y desnudo,

a procurar suerte nueva;

y lo mesmo que el peludo

enderecé pa mi cueva.



169

No hallé ni rastro del rancho:

¡sólo estaba la tapera!

¡Por cristo si aquello era

pa enlutar el corazón!

¡Yo juré en esa ocasión

ser mas malo que una fiera!



170

¡Quién no sentirá lo mesmo

cuando ansí padece tanto!

Puedo asigurar que el llanto

como una mujer largué:

¡ay, mi Dios: si me quedé

más triste que jueves santo!



171

Sólo se oíban los aullidos

de un gato que se salvó;

el pobre se guareció

cerca, en una vizcachera:

venía como si supiera

que estaba de güelta yo.



172

Al dirme dejé la hacienda

que era todito mi haber;

pronto debíamos volver,

sigún el juez prometía,

y hasta entonces cuidaría

de los bienes, la mujer.



173

Después me contó un vecino

que el campo se lo pidieron;

la hacienda se la vendieron

pa pagar arrendamientos,

y qué sé yo cuantos cuentos;

pero todo lo fundieron,



174

los pobrecitos muchachos,

entre tantas afliciones,

se conchabaron de piones;

¡mas qué iban a trabajar,

si eran como los pichones

sin acabar de emplumar!



175

Por ahi andarán sufriendo

de nuestra suerte el rigor:

me han contao que el mayor

nunca dejaba a su hermano;

puede ser que algún cristiano

los recoja por favor.



176

¡Y la pobre mi mujer,

Dios sabe cuánto sufrió!

Me dicen que se voló

con no sé qué gavilán:

sin duda a buscar el pan

que no podía darle yo.



177

No es raro que a uno le falte

lo que a algún otro le sobre

si no le quedó ni un cobre

sino de hijos un enjambre.

Que más iba a hacer la pobre

para no morirse de hambre?



178

¡Tal vez no te vuelva a ver,

prienda de mi corazón!

Dios te dé su proteción

ya que no me la dio a mí,

y a mis hijos dende aquí

les echo mi bendición.



179

Como hijitos de la cuna

andarán por ahi sin madre;

ya se quedaron sin padre,

y ansí la suerte los deja

sin naides que los proteja

y sin perro que les ladre.



180

Los pobrecitos tal vez

no tengan ande abrigarse,

ni ramada ande ganarse,

ni rincón ande meterse,

ni camisa que ponerse,

ni poncho con que taparse.



181

Tal vez los verán sufrir

sin tenerles compasión;

puede que alguna ocasión,

aunque los vean tiritando,

los echen de algún jogón

pa que no estén estorbando.



182

Y al verse ansina espantaos

como se espanta a los perros,

irán los hijos de Fierro,

con la cola entre las piernas,

a buscar almas más tiernas

o esconderse en algún cerro.



183

Mas también en este juego

voy a pedir mi bolada;

a naides le debo nada,

ni pido cuartel ni doy:

y ninguno dende hoy

ha de llevarme en la armada.



184

Yo he sido manso primero,

y seré gaucho matrero;

en mi triste circunstancia,

aunque es mi mal tan projundo,

nací y me he criado en estancia.

Pero ya conozco el mundo.



185

Ya les conozco sus mañas,

le conozco sus cucañas;

sé como hacen la partida,

la enriedan y la manejan;

deshaceré la madeja

aunque me cueste la vida.



186

Y aguante el que no se anime

a meterse en tanto engorro

o si no aprétese el gorro

y para otra tierra emigre;

pero yo ando como el tigre

que le roban los cachorros.



187

Aunque muchos creen que el gaucho

tiene alma de reyuno,

no se encontrará a ninguno

que no le dueblen las penas;

mas no debe aflojar uno

mientras hay sangre en las venas

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