{José Hernandez: Martin Fierro - cap.IV}


IV - El pulpero. A buena cuenta



104

Seguiré esta relación,

aunque pa chorizo es largo:

el que pueda hágase cargo

cómo andaría de matrero,

después de salvar el cuero

de aquel trance tan amargo.



105

Del sueldo nada les cuento,

porque andaba disparando;

nosotros de cuando en cuando

solíamos ladrar de pobres:

nunca llegaban los cobres

que se estaban aguardando.



106

Y andábamos de mugrientos

que el mirarnos daba horror;

les juro que era un dolor

ver esos hombres, ¡por cristo!

En mi perra vida he visto

una miseria mayor.



107

Yo no tenía ni camisa

ni cosa que se parezca;

mis trapos sólo pa yesca

me podían servir al fin...

no hay plaga como un fortín

para que el hombre padezca.



108

Poncho, jergas, el apero,

las prenditas, los botones,

todo, amigo, en los cantones

jue quedando poco a poco;

ya me tenían medio loco

la pobreza y los ratones.



109

Sólo una manta peluda

era cuanto me quedaba

la había agenciao a la tabla

y ella me tapaba el bulto;

yaguané que allí ganaba

no salía- ni con indulto.



110

Y pa mejor hasta el moro

se me jue de entre las manos;

no soy lerdo pero, hermano,

vino el comendante un día

diciendo que lo quería

pa enseñarle a comer grano.



111

Afigúrese cualquiera

la suerte de este su amigo,

a pie y mostrando el umbligo,

estropiao, pobre y desnudo;

ni por castigo se pudo

hacerse más mal conmigo.



112

Ansí pasaron los meses,

y vino el año siguiente,

y las cosas igualmente

siguieron del mesmo modo:

adrede parece todo

pa atormentar a la gente.



113

No teníamos más permiso,

ni otro alivio la gauchada,

que salir de madrugada,

cuando no había indio ninguno,

campo ajuera a hacer boliadas

desocando los reyunos.



114

Y cáibamos al cantón

con los fletes aplastaos,

pero a veces medio aviaos

con plumas y algunos cueros,

que pronto con el pulpero

los teníamos negociaos.



115

Era un amigo del jefe

que con un boliche estaba;

yerba y tabaco nos daba

por la pluma de avestruz,

y hasta le hacía ver la luz

al que un cuero le llevaba.



116

Sólo tenía cuatro frascos

y unas barricas vacías,

y a la gente le vendía

todo cuanto precisaba...

algunos creiban que estaba

allí la proveduría.



117

¡Ah, pulpero habilidoso!

Nada le solía faltar.

¡Ahijuna!, Para tragar

tenía un buche de ñandú;

la gente le dio en llamar

el boliche de virtú.



118

Aunque es justo que quien vende

algún poquito muerda,

tiraba tanto la cuerda

que, con sus cuatro limetas

él cargaba las carretas

de plumas, cueros y cerda.



119

Nos tenía apuntaos a todos

con más cuentas que un rosario,

cuando se anunció un salario

que iban a dar, o un socorro;

pero sabe Dios qué zorro

se lo comió al comisario;



120

pues nunca lo vi llegar,

y al cabo de muchos días

en la mesma pulpería

dieron una güena cuenta,

que la gente muy contenta

de tan pobre recibía.



121

Sacaron unos sus prendas,

que las tenían empeñadas;

por sus deudas atrasadas

dieron otros el dinero;

al fin de fiesta el pulpero

se quedó con la mascada.



122

Yo me arrescosté a un horcón

dando tiempo a que pagaran,

y poniendo güena cara

estuve haciéndome el poyo,

a esperar que me llamaran

para recibir mi boyo.



123

Pero ahi me puede quedar

pegao pa siempre al horcón,

ya era casi la oración

y ninguno me llamaba;

la cosa se me ñublaba

y me dentró comezón.



124

Pa sacarme el entripao

vi al mayor, y lo fi a hablar;

yo me lo empecé a atracar,

y como con poca gana

le dije: tal vez mañana

acabarán de pagar.



125

¡Que mañana ni otro día!,

Al punto me contestó:

la paga ya se acabó;

¡siempre has de ser animal!

Me raí y le dije: yo...

no he recebido ni un rial.



126

Se le pusieron los ojos

que se le querían salir,

y ahi no más volvió a decir

comiéndome con la vista:

¿y qué querés recibir

si no has dentrao en la lista?



127

Esto sí que es amolar,

dije yo pa mis adentros;

van dos años que me encuentro

y hasta aura he visto ni un grullo;

dentro en todos los barullos

pero en las listas no dentro.



128

Vide el pleito mal parao

y no quise aguardar más...

es güeno vivir en paz

con quien nos ha de mandar;

y reculando pa atrás

me le empecé a retirar.



129

Supo todo el comendante

y me llamó al otro día,

diciéndome que quería

aviriguar bien las cosas...

que no era el tiempo de rosas,

que aura a naides se debía.



130

Llamó al cabo y al sargento

y empezó la indagación:

si había venido al cantón

en tal tiempo o en tal otro...

y si había venido en potro,

en reyuno o redomón.



131

Y todo era alborotar

al ñudo, y hacer papel;

conocí que era pastel

pa engordar con mi guayaca;

mas si voy al coronel

me hacen bramar en la estaca.



132

¡Ah, hijos de una...! ¡La codicia

ojalá les ruempa el saco!

Ni un pedazo de tabaco

le dan al pobre soldao,

y lo tienen, de delgao,

más ligero que un guanaco.



133

Pero qué iba a hacerles yo,

charabón en el desierto;

más bien me daba por muerto

pa no verme más fundido:

y me les hacía el dormido

aunque soy medio despierto.

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