{Pinochet vuelve a la literatura chilena con novela sobre su arresto en Londres}

 
Pinochet vuelve a la literatura chilena con novela sobre su arresto en Londres

El periodista Alfredo Sepúlveda trabaja en la novela Virginia Water.

por Roberto Careaga C.

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a tranquilidad del exclusivo pueblo Virginia Water terminó de golpe a fines de octubre de 1998. Un viejo dictador del fin del mundo arrastró a sus fanáticos hasta la localidad británica, cuando decidió que pasaría ahí la embestida de la justicia internacional que caía sobre él. Llegó la policía, la televisión, los defensores y los detractores, el ruido. Fueron meses tensos. El comienzo del capítulo final de una historia que había empezado con un bombardeo 40 años atrás y que dividió a muerte a un país entero. Por supuesto, no se trata de una novela, pero para el periodista Alfredo Sepúlveda, los 15 meses que Augusto Pinochet estuvo con detención domiciliaria en Inglaterra son el material perfecto para una. Una novela que se llamará Virginia Water.

Autor de la novela Muchachas secretas (2004), Sepúlveda ha devenido en cronista histórico de sensibilidad literaria: tras bajar del pedestal al prócer Bernardo O'Higgins en la biografía Bernardo (2007), publicó ¡Independencia! (2008), libro en el que reconstruía una serie de episodios escondidos de los años en que Chile se liberó de España: de el oscuro pasado de Lord Cochrane, hasta la resistencia realista de Chiloé. Ahora, Sepúlveda sólo mirará unos pocos años atrás.

En Virginia Water pretende retratar los días en los que el por entonces senador recibió el golpe de la justicia española en Inglaterra, que lo llevó a un largo trance en tribunales. Pero sobre todo, Sepúlveda quiere indagar en su círculo de defensores. En pleno proceso de escritura, la novela recibió una beca de creación literaria y todavía no tiene fecha de lanzamiento. Estarán los hechos, pero según adelanta Sepúlveda, en esta novela también habrá ficción.

"La novela aborda la detención de Augusto Pinochet en Londres desde una dimensión histórica -es decir, novelará hechos que efectivamente ocurrieron", precisa el periodista. Y agrega: "Desde una dimensión de ficción: habrá una pareja de personajes que se relacionará con Pinochet desde su intimidad y de alguna manera, intentará obtener respuestas que el general nunca dio: respuestas políticas y humanas. Ambas dimensiones, la histórica y la de ficción, se entrecruzarán hacia el final de la novela".

A la caza del general

No es la primera vez que la detención en Inglaterra de Pinochet se cuela en una novela: en Los nenes (2008), Patricio Fernández habla de su arresto y de las manifestaciones de rechazo en Chile. El director de The Clinic fue más allá y narró todo lo que rodeó al funeral del general, en diciembre de 2006. Era una forma de hablar de los chilenos en el inicio del siglo XX, Pinochet sólo era mirado de reojo. A los ojos, en la intimidad, la literatura chilena muy pocas veces se ha enfrentado a Pinochet.

El proyecto de Sepúlveda renueva los intentos de nuestra narrativa por dar cuenta de Pinochet y la dictadura. De Germán Marín a Pedro Lemebel, pasando por Volodia Teitelboim, Enrique Lafourcade, Roberto Bolaño, Arturo Fontaine, Mauricio Electorat, Carlos Franz, José Miguel Varas y Jorge Baradit, los años de la Junta Militar generalmente han sido abordados lateralmente, como si se tratara de una pesadilla que debe ser reconstruida desde los restos.

Cronológicamente, la última aparición de Pinochet en una novela local fue en Soldados perdidos (2011), de Alejandro Cabrera: lo vemos en la sala de cine de su casa en Bucalemu, a mediados de los 80. No emite palabra. Basta: su fantasmal cameo mueve al protagonista a intentar asesinarlo. Treinta años antes, Teitelboim inauguró el tema con La guerra interna (1979), una grotesca y fragmentada novela en donde además de César Augusto, personajes como Dr. Frankestein y Drácula se suman a la dictadura. Se editó en México y pocas veces ha circulado en Chile.

En medio de Teitelboim y Cabrera, Pinochet ha dado para todo tipo de novelas: en El gran taimado (1984), Lafourcade satirizó la dictadura con un libro confuso y alegórico que fue requisado por el régimen. Dos años antes, Francisco Rivas había lanzado en Argentina El informe Mancini, una novela que apoyaba la vía armada contra Pinochet.

La tortura y sus demoledores efectos fueron tratados por Franz (El desierto, 2004) y Fontaine (La vida doble, 2010), mientras que en La burla del tiempo (1994), Electorat iluminó a la generación política que surgió en los 80. Pedro Lemebel en Tengo miedo torero (2001) contó una historia de amor que desembocaba en el atentado a Pinochet en 1986.

Bajo la voz de un sacerdote y crítico literario, en Nocturno de Chile, Bolaño se internó en las oscuras relaciones entre la escena literaria y la dictadura. Un joven y maligno Pinochet aparece en Las cien águilas (1998), donde Marín recuerda cuando lo tuvo como superior en la Escuela Militar en los 50. Varas contó la pesadilla post golpe en Milico. En Synco, Baradit jugó a la incorrección y le dio a Pinochet un papel de héroe en una historia alternativa de Chile.

En casi ninguna de esas novelas, Pinochet apareció retratado al estilo realista. Y aunque Alfredo Sepúlveda pretende mostrarlo en su intimidad durante la detención en Virginia Water, el general no es el personaje preferido de Sepúlveda para la novela: "Pinochet no me interesa tanto como sí el pinochetismo", dice.

Los defensores del general serán observados desde la literatura en Virginia Water: "Me llama la atención explorar a un grupo social que acepta, vibra y aplaude a Pinochet como líder, aun sobre las violaciones a los derechos humanos. Este tipo de pulsión nunca desaparecerá del todo de la sociedad chilena, y probablemente en el futuro se encarne en otro líder similar. Es interesante, en términos literarios, ver cómo personas comunes incorporan esta peligrosa idea a sus vidas", concluye Sepúlveda.

Leído en:
LaTercera

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